Una mañana cálida de verano, los girasoles miran al este, está amaneciendo.
Siento nervios, estoy ansioso, quiero más.
Mi cuerpo me lo pide, mi cerebro me lo exige.
Desayuno pensando en lo de siempre, en volver a hacerlo, antes o después, sé que quiero volver a sentirlo.
Competir, inestable y desconfiado en el agua, expectante y cauteloso en la bici, disfrutar corriendo hasta llegar al final para luego pensar en volver a hacerlo, ¿dónde? Da igual pero repetirlo.
No hay nada más que decir, está claro, tengo “el bicho” dentro y tiene pinta de querer quedarse una temporada.
Se llama Triatlón, se apellida Calavera y el sentimiento es trasparente, puro, intenso y muy fuerte.
Felicidad!
Anónimo