Pues aquí, por estos lares virtuales dispuesto a comentar una de las experiencias más intensas de mi vida, ser “finisher” de un Triatlón Medio Ironman, y en mi ciudad, Salamanca.
Allá por el mes de Diciembre cuando uno empieza a pensar como planifica su año siguiente a nivel personal, se me plantea el porqué no ponerme el reto de hacer 1900m nadando, seguidos de 90km en bici y 21km de carrera, vamos un Medio Ironman. Debe ser que me vine muy arriba después de la San Silvestre, aunque no me saliera como planeé.
“¿Y si me animo?, ¿dónde y cuándo?”. Si me dan respeto las aguas abiertas y apenas una vez había hecho esos kms en bici…pues entonces está claro, donde mejor que en casa, que haya más confianza y a sabiendas de que siempre habrá gente cercana apoyando y dando ánimos incansables.
Así que a inscribirse rapidito, que si no luego a uno le entran las dudas y al final se raja. Una vez pagado, contactar con el Mister del Club, don Enrique Merchán para ponerme en sus manos y que me planifique.
Y de repente…”oh no, ya estamos a final de Marzo y no creo que haya llegado a alcanzar el grado esperado en la cantidad de entrenamiento”. Que dudas, preguntando por doquier si quizás es mejor opción cambiar la inscripción para hacer el Tri Olímpico.
Y entonces mi vecino canario va y me suelta: “…ya, pero y la sensación si consigues terminar el Medio…?”
Toma inyección de orgullo y moral para los siguientes dos meses y medio de duro entrenamiento, con esa frase en mi cabeza.
Porque siendo honestos, acabar un Medio Ironman tiene mérito, pero sacar tiempo hasta debajo de las piedras para entrenarlo y aguantar el ritmo de vida es todavía más complicado.
Abro los ojos y me encuentro metido en el río Tormes, con la ciudad y las catedrales de fondo y el cosquilleo en la barriga.
Además parece que el sol lo ha calentado demasiado estos días de atrás y los jueces han prohibido el neopreno. “Será posible, con lo mal que nado…en fin, Alber, con calmita, te das un chapuzón, unas brazadas y se pasa enseguida, luego la bici ya será otra cosa”.
Desde mi posición cobarde de salir siempre de los últimos en natación, por aquello de evitar los golpes y aguadillas, termino la primera vuelta y ante mi sorpresa he llegado justo cuando están dando la salida del Olímpico, “madre mía, que me pillan”…y bueno, así fue, los olímpicos me utilizaron de flotador, pasándome por encima gran parte de ellos.
“Venga nene que tu bici te está esperando, no queda nada”.
Salgo atontado del agua, pero aquí es donde me encuentro por primera vez a los incansables animadores del Club Triatlón Salamanca, con megáfono, banderas y decenas de calaveras estampadas en camisetas empujando moralmente para salir con todas mis ganas a un circuito de bici duro, pero bien conocido.
Y a partir de ahí, todo bien, dando ánimos a los espectadores para que me trasmitan los suyos, hablando con cualquiera que me adelanta o adelanto para ir distraído, cogiendo y dando energía de mis compañeros de batalla.
La carrera, mi punto medianamente “fuerte”, fue una historia de superación, que hizo el reto un poco más épico. Correr bajo un sol de justicia, sin apenas sombras, y con una temperatura media de 36-37 grados para terminar con cara de felicidad, que mis padres agradecieron, por haber estado más nerviosos que yo mismo.
Resumen, un 10 a la organización, incluso en momentos críticos, cuando parecía que el agua escaseaba, hicieron que apareciera de la nada para poder soportar ese infierno. Y reparto dieces a toda la gente que aguantó estoicamente dando gritos y ánimos.
Sin palabras me quedo con mis compañeros del Club que eligieron animar hasta quedarse afónicos, en cada curva, en cada vuelta, y que yo creo, que entre unos y otros, hicieron más kms megáfono y banderas en mano que los propios que corríamos.
Y por supuesto a mi chica y familia, que a parte de soportar el calor ese día, han aguantado durante semanas mis entrenamientos…que también es lo más duro.
Gracias a todos por hacer de este reto algo realmente especial.